En respuesta a la Crisis económica de 1929, el presidente Franklin D. Roosevelt lanzó el New Deal, un conjunto de reformas y programas destinados a ofrecer alivio, recuperación y reforma económica. Estas políticas incluyeron la creación de la Seguridad Social, reformas en el sistema bancario y la implementación de programas de empleo para apoyar a los afectados por la crisis.
Crisis económica de 1929
El período que media entre las dos grandes guerras mundiales (1918-1939) estuvo marcado por la crisis más grave experimentada por el sistema capitalista en toda su historia. Tras una fase de crisis inmediatamente posterior al final de la Primera Guerra Mundial, los grandes países industriales europeos se beneficiaron de una pequeña fase de crecimiento desde 1923 hasta 1929. Sin embargo, la prosperidad fue muy desigual de un país a otro. Y en octubre de 1929 la economía colapsó debido a una crisis de sobreproducción.
Origen de la crisis económica de 1929
La crisis estalló primero en la bolsa de valores de Wall Street (Nueva York), pero esto no fue sino la manifestación más llamativa de una crisis en todos los aspectos de la economía capitalista. La depresión se extendió rápidamente a todo el mundo, a causa de la interdependencia de las diversas economías nacionales y a la función de prestamista mundial que desempeñaba los Estados Unidos después de la Primera Guerra Mundial.
En suma, la actividad económica nacional e internacional, y su natural intercambio a escala planetaria, disminuyeron drásticamente al punto que se puso en duda el valor del liberalismo tradicional y se habló claramente de la crisis definitiva del sistema capitalista, que se vio enfrentado por esos años con el modelo económico que Stalin estaba desarrollando en la Unión Soviética, y que hizo a este país invulnerable a los efectos de la crisis.
La Gran Depresión
La caída de la bolsa de valores de Wall Street, el día 24 de octubre de 1929 (“Jueves Negro”), sobrevino de improviso, aunque desde principios de ese mes se manifestaron signos premonitorios de la baja. El jueves 24 de octubre el pánico financiero se desató a causa de la acumulación de órdenes de venta, que pusieron en el mercado un total de trece millones de títulos o acciones que no encontraron compradores, lo que ocasionó el derrumbe de los precios de estas acciones.
La depresión económica, que siguió a la caída de la bolsa, fue la más profunda y de mayor extensión que hubieran conocido las economías capitalistas. Entre 1929 y 1938 el ritmo de producción industrial se redujo casi a la mitad. Así, miles de bancos quebraron y la caída de los precios agrícolas (cuya producción también había sobrepasado el nivel de consumo) arruinó a cientos de agricultores. El desempleo se extendió a 4 millones y medio de trabajadores en octubre de 1929 y a trece millones en 1933 (27% de la PEA) solamente en los Estados Unidos.
Consecuencias de la crisis económica de 1929
Los Estados Unidos e Inglaterra fueron los primeros en abandonar el patrón oro, seguidos de los otros países capitalistas. Se generalizaron las medidas arancelarias proteccionistas; incluso Inglaterra, cuna del librecambismo, comenzó a proteger a su industria nacional.
El presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt aplicó el New Deal, basado en el principio de una economía regulada y una inédita política social, ambas desde el Estado, cuyas medidas incluyeron: protección, sostenimiento y planificación de los precios agrícolas; control de la producción industrial a través de la National Industrial Recovery Act; regulación y aumento de los salarios que incluía la determinación del salario mínimo; reducción de horas de trabajo; y el facilitamiento de recursos económicos a los desempleados para sostener su poder de compra.
Se puso en tela de juicio la validez del liberalismo económico vigente desde el siglo XIX, al punto que se redefinió el pensamiento económico gracias a la labor intelectual de economistas como John Maynard Keynes (Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero, 1936), que hicieron importantes diagnósticos y aportaron soluciones para la recuperación del capitalismo, que, en definitiva, debía ser distinto al que existió en el siglo XIX.
Se puso en tela de juicio también la validez del liberalismo político, con su manifestación práctica, la democracia, que en algunos países occidentales sería reemplazada por una forma de gobierno autoritaria y totalitaria como el fascismo (Italia) y el nazismo (Alemania)