La religión de la Antigua India se ha caracterizado por poseer muchas características particulares, en especial por la forma extravagante de representar y adorar a sus dioses. Es cierto, que a lo largo su historia han existido diferentes formas religiosas coincidentes en su fin último, el descubrimiento de la verdad; pero es claro que las más representativas son: el hinduismo y el budismo.
Religión de la Antigua India
La sociedad de la Antigua India aportó al mundo dos doctrinas filosóficas espirituales que permanecen hasta la actualidad: el hinduismo y el budismo.
El hinduismo o brahmanismo
La doctrina del hinduismo está contenida en los Vedas. El principal dios creador del hinduismo es Brahma, del que además se acogen todas las divinidades existentes. Otros dioses son Visnú, dios conservador y guardián del mundo; y Shiva, dios devastador que trae la destrucción de la creación para que todo pueda ser creado nuevamente.
Los hindúes tienen como creencia central la reencarnación. Eso significa, por ejemplo, que si una persona ha tenido una vida impura, su ser reencarnará en otro de inferior jerarquía. Para evitarlo, la persona debe purificar su alma con oraciones, ritos y meditaciones, así como ponerse en contacto con Brahma a fin de liberarse y unirse a la divinidad.
Budismo
El budismo es un sistema religioso monástico que se basa en la eliminación del sufrimiento a través de la meditación para alcanzar el estado de Nirvana. Para ello, hace uso del ascetismo y la meditación.
Sidharta Gautama fundó el budismo (Buda «el Iluminado») en el siglo VI a.C con el objetivo principal de eliminar el hinduismo, al criticar la organización social de castas. Según la historia, el príncipe Sidharta Gautama vivía insatisfecho con las riquezas que lo rodeaban, decidió abandonar su palacio para marchar por los caminos de la India. Se dedicó entonces a predicar el ascetismo y la indiferencia por los bienes terrenales.
Jainismo
Otra religión de la Antigua India fue el jainismo fundada por Vardhamana Mahavirá. Está doctrina planteaba el ascetismo estricto, penitencia permanente, meditación intensa y control riguroso de las pasiones como medio de liberar el alma de las reencarnaciones, basándose así en que la salvación es un esfuerzo personal.