La corteza terrestre es la capa exterior de la Tierra, formada principalmente por rocas y minerales. Es la capa sólida que constituye la superficie del planeta y tiene un grosor mucho menor en comparación con otras capas internas, como el manto y el núcleo.
Estudio de la corteza terrestre
Durante la década de 1920, el avance en el estudio de los lechos marinos marcó un hito importante gracias a la adaptación del sonar, un dispositivo de sondeo con eco, para medir las profundidades oceánicas. Con esta tecnología, se pudo mapear la topografía submarina, lo que permitió la creación de la primera cartografía precisa de los fondos oceánicos. Posteriormente, los geofísicos comenzaron a usar magnetómetros aéreos para medir las variaciones en la intensidad y orientación del campo geomagnético, lo que reveló datos importantes sobre la corteza terrestre y su evolución.
El uso de magnetómetros en las dorsales oceánicas mostró patrones reflejados en las rocas a ambos lados de las dorsales. Los estudios de datación en rocas basálticas corticales del fondo marino demostraron que las rocas más cercanas a la dorsal eran mucho más jóvenes en comparación con las más alejadas. Esta evidencia, sumada a la observación de un notable flujo de calor en las dorsales, permitió deducir que estas estructuras son los lugares donde se crea nueva corteza oceánica.
Formación de nueva corteza
Las corrientes de convección térmica en el manto terrestre impulsan el magma hacia las dorsales oceánicas, donde se enfría rápidamente al entrar en contacto con el agua fría del océano. Este proceso genera la formación de nueva corteza. A medida que este material se acumula, las placas tectónicas se separan lentamente, dando lugar a la deriva continental. En el Atlántico Norte, la velocidad de separación de las placas es de solo 1 cm por año, mientras que en el Pacífico, esta velocidad supera los 4 cm por año.
En la década de 1960, los avances en la cartografía oceánica permitieron a los científicos del Observatorio Geológico Lamont en la Universidad de Columbia crear mapas detallados del fondo oceánico. Estos mapas revelaron que la cresta de las dorsales oceánicas tiene la forma de una grieta de varios kilómetros de ancho, situada en el centro de la dorsal. Además, se descubrió que la dorsal del Mar Rojo penetra en el continente africano, formando el famoso valle del Rift, que se extiende desde el Mar Muerto hasta Etiopía y el este de África, demostrando que las dorsales marcan una división en la corteza terrestre.
Deslizamientos según el rumbo
Además, los mapas fisiográficos mostraron que las dorsales oceánicas contienen numerosas zonas de fractura. Estas grietas indican la presencia de fallas de transformación, también conocidas como «deslizamientos según el rumbo», que compensan las diferencias de velocidad en la expansión del suelo marino. Aunque la mayoría de estas fallas permanecen ocultas bajo el océano, una de las más conocidas es la falla de San Andrés, que se extiende desde el océano Pacífico hasta California, famosa por su actividad sísmica.
La corteza terrestre y su transformación constante
La corteza terrestre está en un estado de constante transformación, un proceso que ha ocurrido durante miles de millones de años y continuará en el futuro. Esta transformación es el resultado de dos fuerzas principales que modelan la superficie terrestre:
- Fuerzas Internas: También conocidas como procesos endógenos o tectónicos, que son impulsados por movimientos internos de la Tierra, como la convección térmica y los movimientos de las placas tectónicas.
- Fuerzas Externas: Procesos exógenos o geográficos, que incluyen factores como la erosión, el clima y otros fenómenos naturales que actúan sobre la superficie de la Tierra.
Estas fuerzas combinadas dan lugar a las formas de la Tierra que estudiamos en geomorfología, la ciencia que se encarga del análisis de las formas del relieve terrestre y su evolución. El estudio de estas transformaciones es un componente clave de la geografía física, que busca comprender cómo se modela nuestro planeta a lo largo del tiempo.