El Cristianismo y el Islamismo son dos de las religiones más importantes y extendidas en el mundo. El Cristianismo se basa en las enseñanzas de Jesucristo, quien vivió en el siglo I d.C. en la región de Judea. Los musulmanes consideran a Mahoma como el último profeta, y el Islam es visto como la culminación de la revelación divina que comenzó con el Judaísmo y el Cristianismo.
Filosofía del siglo XX-XXI
Antes de hablar de las religiones dominanrtes del mundo, es precio hablar de la filosofía contemporánea, la cuál ha sido influenciada por la filosofía existencialista que se desarrolló a fines del siglo XIX en Alemania (Kierkegaard), la filosofía fenomenológica (Husserl) y la filosofía analítica, desarrollada desde fines del siglo XIX en Inglaterra y Estados Unidos.
El existencialismo en Alemania (Heidegger) y Francia (Sartre), que reflexiona sobre la esencia de la naturaleza humana (libertad de elegir y el compromiso), ha sido una notoria influencia en el pensamiento contemporáneo. El marxismo filosófico fue desarrollado por el filósofo húngaro Lukács; pero sus estudios sobre la conciencia de clase fueron criticados por la URSS siendo obligado a retractarse y dedicarse a la crítica artística.
Un gran obstáculo para el desarrollo de la filosofía marxista fue el propio sistema socialista establecido y dirigido por la URSS. En la filosofía contemporánea destaca Habermas, quien denuncia el carácter antihumano que puede adquirir la ciencia y la razón (razón instrumental).
Religiones dominantes: Cristianismo e Islamismo
En el campo religioso a principios del siglo XXI el mundo se encuentra repartido entre cuatro religiones:
- Cristianismo (más de 2 mil millones)
- Islamismo (1,3 mil millones)
- Hinduismo (900 millones)
- Budismo (360 millones)
Cristianismo
En cuanto al cristianismo, la principal Iglesia es la católica, destacando en el siglo XX la realización del Concilio Vaticano II (1962-1965) convocado por el papa Juan XXIII (1958-1963) y concluido con el papa Pablo VI (1963-1978).
El papa Juan XXIII buscó la modernización de la Iglesia, es decir, prepararla para responder con fidelidad a los nuevos desafíos del mundo moderno y escribió 2 encíclicas (Mater et magistra en 1961 y Pacem in terris en 1963), que llamaban la atención sobre la necesidad de la justicia social y de una política pacifista.
El Concilio Vaticano II (1962-1965) reunió a más de 2000 obispos y autoridades eclesiásticas, además de observadores de otras comunidades cristianas. Buscó actualizar a la Iglesia frente a la problemática contemporánea; alentó el diálogo con otras comunidades cristianas adoptando una actitud más conciliadora hacia las iglesias protestantes y ortodoxas; instó a la mayor participación de los laicos en la iglesia, pero al mismo tiempo enfatizó las funciones del episcopado en el gobierno de la Iglesia.
Este concilio introdujo algunos cambios, como el empleo de las lenguas nacionales en la celebración de la misa. El papa Pablo VI escribió la encíclica Populorum progressio (1967), base para la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1968), y fue, además, el primer papa que visitó Latinoamérica.
En esta Conferencia de Medellín, afirma el compromiso de la Iglesia para liberar al hombre de toda alienación y denunciar el mal de la violencia institucionalizada (pobreza) que se vive en Latinoamérica. El último papa del siglo XX fue Juan Pablo II, cuyas primeras palabras de su pontificado fueron: “no tener miedo a nosotros mismos”, siendo su lema “Totus tuus” en alusión a la Virgen María. Este papa es el que mayor número de viajes ha realizado y se ha convertido en un símbolo de la paz mundial, criticando al sistema comunista, y a la cultura hedonista antivida contemporánea en una serie de encíclicas (Centesimus annus de 1991, Veritatis splendor de 1993 y Fides et ratio de 1998).
Islamismo
En el siglo XX se presenta el crecimiento del fundamentalismo e integrismo islámico que plantea un retorno a la tradición islámica frente a la modernización occidental. Esta respuesta religiosa tradicionalista se explica porque al obtener su independencia las naciones musulmanas, en algunos casos beneficiadas por la explotación del petróleo, no lograron erradicar las desigualdades sociales, sumado al drama del pueblo palestino que fue expulsado de su tierra por el estado de Israel.
Revolución islámica de Irán
El representante más importante del integrismo islámico fue el Ayatollah R. Jomeini, quien lideró una revolución islámica en Irán (1978-1979). Jomeini se opuso a la modernización llevada a cabo por el Sha, pues no beneficiaron a todos los sectores, agudizando las desigualdades y produciéndose una gran corrupción. Irán es un país musulmán dominado por la corriente chiita que tenía una actitud pasiva frente al Sha.
Mientras esperaban los chiitas la venida de un mesiánico imán (líder religioso), Jomeini planteó que el derrocamiento del Sha permitiría la llegada de aquel esperado imán, logrando radicalizar a los sectores religiosos de Irán. Jomeini fue deportado por el Sha y residió en Francia desde la década de 1970 logrando consolidarse como líder de la oposición al régimen del Sha de Irán.
En 1978, se produce una rebelión militar que provoca la caída del Sha, originando el retorno de Jomeini en 1979. En noviembre de 1979, el apoyo de EE. UU. al Sha provocó la toma de la embajada de EE. UU. en Teherán por parte de estudiantes alentados por Jomeini, quien por medio de un referéndum estableció la República Islámica de Irán.
Así, Jomeini se transformó en Guía de la Revolución gobernando Irán hasta su muerte, en 1989. El integrismo islámico se reclamó antioccidental llegando a identificar a Occidente con el supremo mal. Occidente, liderado por EE. UU., tuvo una doble política frente al integrismo islámico, pues por un lado apoyó a Irak (gobernado por Hussein) en la guerra contra Irán (1980-1988) y por otro lado apoyó a los grupos integristas islámicos llamados “mujaidines”, que luchaban contra la URSS que había invadido Afganistán (1979-1989).
Grandes diferencias son las que separan a ambas religiones. Mientras que el Cristianismo se centra en la figura de Jesús como el Hijo de Dios, el Islam considera a Mahoma como el último profeta y rechaza la divinidad de Jesús, viéndolo en cambio como un profeta importante.