Desde 1849 se había iniciado la inmigración china con la importación de “culíes”, quienes vinieron a sustituir la mano de obra africana ocupada en la agricultura de la costa y para trabajar en las islas guaneras.
¿Por qué llegaron los chinos ‘culíes’al Perú?
El aislamiento, la hediondez del ambiente y el peligro de contraer la sarna que afectaba a las aves, desanimaron a los peruanos para contratarse en estas labores. La oferta de trabajadores era, en general, muy escasa en el Perú de esos años. Hasta 1874 ingresaron casi cien mil coolíes, llegando a representar entre 3-4% de la población. Los asiáticos se establecieron en las haciendas de la costa, atados a contratos de siete u ocho años, tan o más largos, como el viaje que habían hecho desde el lejano Oriente.
Causas de la inmigración china
La enorme deuda que habían contraído con el viaje desde China y el hecho de que no pudiesen cambiar de patrón hasta cancelarla, volvieron sus condiciones laborales muy próximas a la esclavitud. En la América Latina del siglo XIX hubo varios casos de naciones, como Argentina, Brasil o Venezuela, que demandaron trabajadores extranjeros para la expansión de sus economías, ante la inexistente o nula oferta interna de mano de obra.
¿Quién pago los viajes de los chinos coolíes?
Aunque los trabajadores de otros países estaban dispuestos a acudir al llamado, el problema en estos casos, como en el del Perú con los trabajadores chinos, fue quién pagaba el pasaje. Un pasaje intercontinental, incluso en vapor de tercera clase, era en esos tiempos carísimo, por lo que salvo casos excepcionales, esos viajes se hacían una sola vez en la vida, y al precio de una casa, si es que llegaban a hacerse.
Si se decidía que el viaje lo pagaba el trabajador, era claro que alguien tenía que adelantarle el dinero, porque si estaba dispuesto a ir a América era porque los bolsillos le quedaban anchos. Con lo que el problema volvía a repetirse: ¿quién le prestaba el dinero al trabajador? Una respuesta natural era que el viaje lo financiara el empresario que iba a contratarlo, y fue lo que generalmente se hizo. El resultado, sin embargo, era una larga deuda que volvía muy penosas las condiciones del inmigrante, ya que el descuento de su salario para amortizar la deuda lo reducía apreciablemente. Mientras trabajaba para pagar el viaje, tenía que comer y vestirse; el patrón le volvía a adelantar y la deuda, así, difícilmente menguaba.
Inmigración china en América Latina
Por ello en ciertos países, como Brasil, se adoptó la práctica de que fuera el Estado quien pagara, o al menos financiara (es decir, adelantara el dinero) el viaje. La deuda del trabajador ya no sería con el patrón, sino con el Estado. Es cierto que, en estos casos, el Estado terminaba subsidiando la operación, porque le era difícil cobrar la deuda. Pero las condiciones laborales mejoraban sustancialmente, puesto que el inmigrante podía cambiar de patrón. El Estado obtenía los recursos necesarios mediante un impuesto a los empresarios agrarios, quienes eran los beneficiarios del arribo de trabajadores. La experiencia probó que se trató de una política más sana de la que se siguió en el Perú.
Debate de la Inmigración china en el Perú
La llegada de los coolíes al Perú se produjo en medio de un gran debate. Se oponían a ella quienes defendían la llegada de inmigrantes europeos. Este partido sostenía que estos inmigrantes, además de su capacidad de trabajo, traerían virtudes ciudadanas enriquecedoras del orden republicano. Los defensores del trabajador asiático destacaban su costo más bajo y mayor docilidad para el trabajo y el orden social.
La polémica entre “chinescos” y “europeístas” se prolongó hasta los años iniciales del siglo XX, imponiéndose en los hechos los primeros. El Perú debía, pues, una vez más, tomar una opción: o continuar siendo el país de poderosos terratenientes criollos valiéndose de una mano de obra servilizada, o pasar a convertirse en una república de medianos agricultores de origen europeo trabajando con su propia unidad familiar. Sin embargo, la opción era casi solamente teórica, porque para el modelo terrateniente, justo es reconocerlo, el Perú lo tenía todo: la clase terrateniente ya constituida en costa y sierra (es cierto que no tan cuajada como lo fue después), un derecho agrario de tipo señorial/comunitario, que volvía difíciles las transacciones de tierras, un territorio agreste donde la expansión de la frontera agraria era costosa o imposible, una ubicación geográfica alejada de Europa, y una tradición de servidumbre en las relaciones laborales de ciudad y campo.