En el siglo XVII, los países europeos (España, Francia, Austria, Prusia, Rusia) estaban gobernados por las monarquías absolutistas, a excepción de Inglaterra, donde se desarrolló la monarquía parlamentaria o constitucional, cuyo origen data del s. XIII.
Inglaterra y la Monarquía Parlamentaria
En el año 1215, los nobles ingleses obligaron a “Juan sin Tierra” a firmar la Carta Magna. Este documento constituye la piedra angular de las instituciones democráticas inglesas. La Carta Magna dio a los ingleses garantías individuales (nadie podía ser detenido sin orden judicial) y al mismo tiempo garantías políticas (el rey no podía gravar con nuevos impuestos sin consentimiento de un Consejo). También les otorgó el derecho de resistencia legal si esas garantías no eran respetadas por el rey.
Estatutos de Oxford
En el año 1258, Enrique III firmó los Estatutos de Oxford por el cual se estableció el Gran Consejo o Parlamento, en donde se debía nombrar al Gabinete Ministerial para asesorar al rey. Jacobo II, último rey Estuardo, no dejó herederos y Guillermo de Orange reclamó el trono y firmó la Declaración de Derechos, quedando consolidada la monarquía parlamentaria.
Declaración de Derechos (1689):
La Revolución Gloriosa llevó a la promulgación de la Declaración de Derechos, que limitó los poderes del monarca y afirmaba la supremacía del parlamento. Estableció que el rey no podía gobernar sin el consentimiento del parlamento, sentando las bases para la monarquía parlamentaria.
El parlamentarismo inglés
Se llamo así al régimen político por el cual el gobierno estuvo en manos del Parlamento de cuyo seno salió el gabinete ministerial. La dirección del gobierno estuvo concentrada en estos dos organismos; así, el rey “reina pero no gobierna”.
Este período fue crucial en la formación del sistema de gobierno que caracteriza a la monarquía parlamentaria moderna en Inglaterra, sentando las bases para la democracia constitucional que se desarrolló en los siglos posteriores.