La Era Victoriana, que abarca desde 1837 hasta 1901, corresponde al reinado de la Reina Victoria en el Reino Unido. Este período se distingue por importantes transformaciones en los ámbitos social, económico, político y cultural, y es considerada una de las etapas más influyentes de la historia británica.
Imperios del siglo XIX-XX
La segunda mitad del siglo XIX, y aun más el último tercio del mismo siglo, se denomina “época del Gran Imperialismo”, porque en ella las naciones europeas se disputaron la ampliación de sus respectivos imperios coloniales en África, Oceanía, Asia y en algunas partes de América.
La Era Victoriana
Durante los siete decenios que separan el Congreso de Viena (1815) del Congreso de Berlín (1885), la presencia de Europa se afirma en el resto del mundo. Revoluciones y guerras conomovieron su paz; pero la burguesía, que dirigía su vida, y el proletariado, que se afirma tras ella, pensaba en cosas muy distintas de las preocupaciones políticas habituales en el gobierno de los estados.
Los burgueses no tenían otro ideal que enriquecerse, producir y vender los objetos manufacturados y los obreros pensaban solo en desatarse de sus cadenas materiales y buscar nuevos suelos dónde alcanzar la oportunidad de lograr el desarrollo y el bienestar que no podían conquistar en Europa. Ambas clases sociales, por causas distintas, llevaron la economía y la técnica a los restantes continentes.
Reinado de una reina
La Era victoriana o el reinado de la reina Victoria I de Inglaterra (1837- 1901) ocupa algo más de la segunda mitad del siglo XIX, y se caracteriza por la ininterrumpida expansión industrial y comercial del país y por el reordenamiento del imperio inglés. Durante este tiempo, Inglaterra fue la primera potencia del mundo. Los grandes artífices de esta política fueron los primeros ministros: Palmerston, Disraeli y Gladstone. La continuación de esta época es el reinado de Eduardo VII (1901-1910), que se reveló como un buen estadista.
Aleccionada por la experiencia de la separación de los Estados Unidos, Inglaterra siguió una política más flexible respecto a las colonias; así, a algunas de ellas les fue dando el Estatuto de Dominio, consistente en una autonomía del país bajo la soberanía de la corona británica. La primera colonia que gozó de este estatuto fue Canadá y luego Australia, Nueva Zelanda y África del Sur.
A fines del siglo XIX, el imperio inglés comprendía los siguientes territorios:
- En Asia: La India, Birmania, los Estados malayos, Singapur, Ceilán, Beluchistán, Hong Kong y Shangay.
- En África: Egipto, Sudán, Orange, Transvaal y Natal (África del Sur), Rodhesia, Uganda y Kenya.
- En América: Canadá, Terranova, Jamaica, Guinea Inglesa, Honduras Británica (Bélice) e islas Malvinas o islas Falkand.
- En Oceanía: Australia, Nueva Zelanda y numerosas islas en el Pacífico.