La Reforma de la Iglesia católica se hizo cuando ya era un hecho la división religiosa de Europa. Sin embargo, no se pueden ignorar los movimientos de renovación que tuvieron lugar durante el siglo XVI en el seno de la Iglesia y que contribuyeron al fortalecimiento del catolicismo. Uno de ellos fue el establecimiento del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición.
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición
Pero el combate contra la herejía no quedó reducido a los medios dados por el Concilio de Trento, ya que desde antes de la instauración del Concilio y paralelamente a éste, la Iglesia adoptó medidas como: La promulgación por Pablo III en 1542 de una nueva ordenación de la Inquisición romana colocándola bajo el control de una congregación de cardenales con el titulo de Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, con amplios poderes sobre todo el clero.
Castigar la herejía
Más tarde, y a causa de la mayor intransigencia de Pablo IV, este organismo se convirtió en el más severo instrumento de la intolerancia religiosa, implacable en sus juicios y condenas a todo aquel a quien considerara como herejes, judaizantes, moriscos, protestantes, místicos, hechiceros, etc. Además veló por el mantenimiento de la moral católica como se puede observar en los procesos y las sanciones por blasfemia, incesto, bigamia, sacrilegio, superstición, alcoholismo, ludopatía, etc. La actividad represiva de la Inquisición romana más significativa la podemos observar en el juicio a los intelectuales y científicos como el caso del sabio Giordano Bruno y la persecución ejecutada contra la secta de los valdenses en el Sur de Francia y el Norte de Italia.
Lado oculto de la Inquisición
Hay que tener en cuenta que mucho antes que la Iglesia usará a la Inquisición como un instrumento de la Contrarreforma, en España, los Reyes Católicos en 1480 transformaron a la institución en un medio de persecución a sus enemigos políticos y a las minorías que se oponían o eran un problema a su política de centralización del poder, así se persiguieron a los conversos o cristianos nuevos de origen judío -llamados peyorativamente como marranos-, y a los origen musulmán -llamados moriscos-, ya que ellos eran quienes controlaban la economía urbana, así como la educación laica, la cultura y la ciencia, generando resentimientos y envidias de los sectores más conservadores de la sociedad española, que fueron canalizados de manera política por los monarcas. Esta utilización política fue permitida por el papado, al extremo que la autoridad que nombraba a los inquisidores españoles fueron sus monarcas.
Terror de la Inquisición española
El terror impuesto por la Inquisición española mediante los Autos de Fe, donde se castigaban a los procesados con penas que van desde penitencias, multas, azotes, hasta ser quemados en la hoguera, y las conversiones forzosas y masivas, no fueron suficientes para el control de las minorías étnicas, al extremo que los Reyes Católicos expulsaron a los judíos en 1492 y después de muchos intentos de conversión y una larga guerra civil se expulsaron a los moriscos en 1609.
De esta manera a lo largo del siglo XVI la Inquisición española logró proteger a España de la Reforma protestante, extirpó sin piedad a los pocos herejes que sostuvieron sus ideas, inmunizó a España de cualquier infiltración de ideas y de libros heréticos con la aplicación del Índice de Libros Prohibidos y con controles fronterizos, reprimió sin piedad cualquier tipo de expresión de libertad o divergencia dentro de la sociedad española, con todo ello la Inquisición española contribuyó al aislamiento del mundo intelectual hispánico, generando una cultura institucionalizada que se basó en el miedo y la sospecha permanente al otro, apoyada por un sistema de delatores secretos reconocidos legalmente por los tribunales inquisitoriales llamados Familiares del Santo Oficio.
Índice de Libros Prohibidos
También se instituyó, con fines de control y defensa del catolicismo la Congregación del Indice, establecida en 1571 por el Papa Pío V. Esta institución era una comisión permanente encargada de poner al día la lista o Índice de Libros Prohibidos para los católicos, que había mandado hacer antes Pablo IV. Estos libros eran considerados así en la medida que iban en contra de la doctrina católica o la cuestionaban de manera indirecta. En esta lista también fueron considerados todos los libros y autores que desarrollaron los planteamientos críticos del Humanismo y los aportes políticos y descubrimientos científicos derivados de esta corriente, y con ello los territorios católicos de vieron profundamente afectados en sus conocimientos científicos y su aplicación tecnológica.